Río de Janeiro, 8 Mar (Notimex).- La líder Sonia Bone Guajajara, de 42 años, advierte que “las mujeres indígenas son muy guerreras” en la lucha por preservar la cultura y los territorios históricos de los indios brasileños, una tarea que afrontan con el reto añadido de hacerse escuchar en un mundo “tradicionalmente muy machista”.
“Poco a poco lo estamos superando. Es un momento de transición, de que las mujeres asuman el papel de liderazgo, de tener un lugar”, explicó a Notimex la coordinadora ejecutiva de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil, una de las organizaciones más importantes en la defensa de los indios.
Célebre por sus intervenciones en el Congreso brasileño, donde defendió –en la sala plenaria y ataviada con ropas tradicionales de su etnia, la Guajajara- el rol de los indios en el Brasil contemporáneo, ‘Soninha’, como la conocen sus amigos, es una mujer con una clara visión política.
“Hay una desconsideración muy grande con el indio en Brasil, por parte de cualquier gobierno. Ningún gobierno tiene en su agenda las cuestiones indígenas. Todo lo que tenemos los indios fue a costa de mucha lucha y presión”, dijo esta mujer, que obtuvo en 2015 la Orden del Mérito Cultural, un premio a figuras de la cultura brasileña. El galardón fue entregado por otra mujer que se destacó por su lucha, Dilma Rousseff, primera presidenta de Brasil.
Su labor de reivindicación, articulación y defensa de las más de 300 etnias indígenas brasileñas le permitió viajar por todo Brasil y por todo el mundo, una tarea para la que ‘Soninha’ admitió que tuvo que superar un doble prejuicio: “el de ser mujer e india”.
Como ella, decenas de mujeres indígenas brasileñas están venciendo al machismo tradicional de algunos pueblos y están ganando espacio público en la toma de decisiones del Amazonas.
“Cada vez hay mayor implicación de las mujeres en la toma de decisiones”, explicó Fernanda Moreira, antropóloga que trabaja con pueblos indígenas en la región del río Tapajós, donde la etnia Mundurukú libra una larga batalla judicial para impedir la construcción de presas hidroeléctricas que amenazan su forma de vida.
En esa labor uno de los ejemplos es Alessandra Munduruku, “jefa de las guerreras de la región del Tapajós Medio” y coordinadora de una asociación indígena que representa a nueve aldeas de mundurukú en la región.
“Soy profesora de formación, pero tuve que dejar mi empleo porque ahora es el momento de ir adelante a luchar. Aprendo más fuera que dentro del aula”, explicó a Notimex esta mujer, madre de dos hijos y una de las participantes del Primer Encuentro de Mujeres Mundurukú, celebrado en noviembre pasado.
La selva amazónica, cuya superficie se encuentra en 60 por ciento dentro de las fronteras brasileñas, es una de las regiones más biodiversas del planeta y hogar de decenas de etnias que durante siglos vivieron de forma tradicional y sostenible con el medio ambiente. La expansión de las actividades económicas como la pesca, la caza o la destrucción del bosque para la minería y la producción agropecuaria supone una amenaza para los pueblos indígenas brasileños, muchos de ellos dependientes de la selva para su alimentación y subsistencia.
Los análisis por satélite señalan que 20 por ciento de la selva amazónica fue destruida o modificada radicalmente para permitir actividades económicas.
En ese escenario, no solo las mujeres indígenas son las únicas que luchan en las remotas regiones por que su voz sea escuchada.
Ana Claudia Torres, de 36 años, coordina desde 2013 del programa de pesca sustentable del Instituto Mamirauá, donde gracias a una paciente labor de consulta con pescadores de todo tipo logró afianzar programas como el de recuperación del pirarucú, una de las especies más preciadas del Amazonas seriamente amenazada en los años 1990 por la pesca extensiva.
“Combatir el machismo no es algo fácil, pero depende mucho de cómo se haga”, explicó, entrevistada por teléfono desde Tefé, una remota localidad en el corazón del Amazonas brasileño y sede del Instituto Mamirauá, referencia en la conservación del noroeste amazónico.