Los habitantes de Brienz empezaron el miércoles 10 de mayo a evacuar esta aldea del sudeste de los Alpes suizos, ante el riesgo de derrumbe inminente del flanco de montaña que se yergue sobre sus cabezas.
Los 85 habitantes de esta localidad situada a 30 km de Davos y a unos 50 de la exclusiva estación de esquí de Saint Moritz deben concluir la evacuación antes del viernes a las 6 de la tarde, tiempo local.
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Las autoridades decidieron acelerar la partida al constatar que millones de toneladas de rocas que amenazan la aldea se desplazan más rápidamente de lo que habían previsto los especialistas.
Una mujer que vive desde niña en el lugar mencionó que es complicado no tener certeza de lo que sucederá con esta comunidad.
"Quería subir por última vez para despedirme de la casa de mis padres. No sabemos si Brienz seguirá existiendo dentro de dos semanas", dijo.
Con lágrimas en los ojos, explica que esta partida le resulta particularmente difícil, porque durante mucho tiempo creyó que finalmente no sería necesaria.
En un prado de la montaña se hallan esparcidas incontables rocas del tamaño de una cabaña. A intervalos regulares, piedras y pequeños bloques de roca ruedan hasta el valle.
Estos desprendimientos se intensificaron en las últimas semanas, dijo Christian Gartmann, encargado de comunicación de la comuna de Albula, en el cantón de los Grisones, de la cual forma parte Brienz, una aldea cuyo primer registro remonta al siglo IX.
Las condiciones meteorológicas actuales aceleran el fenómeno y se da por sentado que los habitantes de Brienz no podrán volver a sus hogares durante varias semanas, e incluso varios meses.
Porque millones de metros cúbicos de roca amenazan con desprenderse en las próximas semanas, sin que pueda predecirse la magnitud de los daños. Las autoridades estiman que la hipótesis más probable, y la menos amenazadora, es la de un aluvión de desprendimientos.
La más improbable: un desmoronamiento masivo, rápido y de gran amplitud, de más de 500 mil metros cúbicos de roca, con consecuencias devastadoras.
Cuatro sistemas de vigilancia comunican datos en permanencia y deberían permitir dar la alerta a tiempo.
Si la catástrofe se produce antes de lo previsto, una sirena avisará que solo quedan pocos minutos para huir, explica en el lugar el geólogo Stefan Schneider, jefe del servicio de alerta rápida.
El actual nivel de peligro es naranja. Las autoridades de la comuna lo convertirán en rojo tres a diez días antes del temido derrumbe. Y poco antes de que este se produzca, habrá una fase azul, que conllevará el cierre de varias carreteras y de la línea ferroviaria.
JB