NACIONAL.- El cantabar El Palomazo, que hace ocho años abrió Deifilia Ruiz sobre La Costera Miguel Alemán, en el mero corazón del puerto de Acapulco, ya es historia. Quebró por la pandemia. A casi 12 meses de permanecer cerrado para evitar contagios de Covid-19, en febrero pasado, el dueño del local, ubicado frente a la glorieta del Centro de Convenciones de Acapulco, pidió a Deifilia desalojar el espacio para poder ponerlo nuevamente en renta.
“Después de un año… obvio también necesita sus ingresos, igual que todos”, dice la mujer en un tono entre tristeza y enojo por la quiebra. En Acapulco, al menos el 30 por ciento de los casi 150 antros y discotecas ubicados sobre La Costera quebró en este año de emergencia sanitaria, según cifras de la Asociación de Bares, Restaurantes y Discotecas de la Costera.
“Un local bien establecido paga luz, predial, agua, ISR, 2 por ciento al empleado, Seguro Social, que es el más pesado… y no sólo cobraron el impuesto, cobraron la multa, cobraron el recargo y no dieron facilidades”, lamenta. A nivel nacional, el coronavirus ha dejado en la quiebra a más de 7 mil 200 establecimientos dedicados a la industria de la vida nocturna -el 40 por ciento de los más de 18 mil antros y discotecas que hay en todo el país- y hasta diciembre, había ocasionado una pérdida de casi 250 mil millones de pesos, explica Ismael Rivera Cruces, presidente de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas, Bares y Centros de Espectáculos (ANIDICE), quien dice que la desaparición de este tipo de negocios parece inminente.
“Hoy la quiebra de los establecimientos es contundente, estamos asesorando a muchos para poner en suspensión de actividades a muchas empresas, ayudarles en el manejo de la quiebra en el tema fiscal, asesorarlos para evitar que puedan llegar a este tipo de quiebra, pero sin duda es inminente la quiebra de estos establecimientos”, dice.
En Acapulco, la situación se complica porque la industria de la vida nocturna es el sustento para más de 100 mil personas, entre 20 mil empleos directos y 80 mil indirectos. En el puerto, todos los negocios permanecieron cerrados siete meses: de marzo a finales de octubre, cuando comenzaron a abrir algunos. En ese tiempo, la noche en Acapulco se apagó, no había ni transporte público, platica Jesús Rivera, pero también creció el desempleo. Calcula que ocho de cada 10 trabajadores quedó sin empleo y ahora engrosan las filas de la informalidad.
Hoy, en Acapulco operan restaurantes y algunas discotecas con terraza y espacios ventilados, pero con aforos a la mitad y horarios hasta las 12 de la noche, pero con eso no se obtienen las ganancias deseadas y lo peor: operar así implica que turistas y clientes, ya con unas copas encima, olviden la sana distancia y el uso de cubrebocas para evitar contagios.
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