El Pentágono no necesita espiar para obtener información ultrasecreta de las Fuerzas Armadas Mexicanas: gracias a Felipe Calderón, tiene acceso a algunos de los informes más reservados del Estado Mexicano, recopilados por las áreas de Inteligencia del Ejército y la Marina.
Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador acusa al Pentágono de espiar a las Fuerzas Armadas, la realidad es que Washington tiene información militar privilegiada desde el sexenio calderonista, cuando las secretarías de la Defensa Nacional y Marina Armada firmaron convenios de cooperación en materia de inteligencia con el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Son instrumentos que permiten a personal estadunidense acceder, previa autorización, a documentos, datos y reportes altamente sensibles sobre narcotráfico, crimen organizado y terrorismo en nuestro país.
En sentido inverso, les confieren a las fuerzas castrenses mexicanas autorización para recibir datos de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA por sus siglas en inglés), el organismo militar con el que el Pentágono recopila información estratégica en todo el mundo, incluido México, mediante operaciones de inteligencia humana. Es decir, informantes.
La apertura mutua de secretos, construida bajo un principio de confianza entre los dos países, consta en dos acuerdos firmados en 2008 y 2010 a nivel dependencia y que, al no estar en el rango de un tratado internacional, no requirieron ratificación de los Senados mexicano y estadounidense. Hoy, a dos sexenios de distancia, ambos documentos -de los cuales MILENIO tiene copia- permanecen en vigor, como puertas a la información que generan los aparatos de inteligencia de las Fuerzas Armadas de ambos países.
Los acuerdos fueron negociados por la administración Calderón con los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama. El primero, entre el Pentágono y la Armada, fue firmado por Paul McHale, subsecretario de Defensa de Estados Unidos y el entonces secretario de Marina, Mariano Francisco Saynez. Está fechado el día de la Independencia de México, el 15 de septiembre de 2008.
El segundo acuerdo fue firmado el 16 de marzo de 2010, ya en el gobierno de Obama, por los entonces subsecretarios de Defensa Paul Stockton, por Estados Unidos y el general Humberto Afonso Guillermo Aguilar, por México.
Ambos acuerdos, inéditos para su época por el nivel de acceso que conferían, entraron en vigor durante los años iniciales de la Iniciativa Mérida, cuando el gobierno mexicano dio entrada abierto a Washington a distintas áreas de máxima seguridad del país, en el marco del combate a los cárteles de la droga lanzado por Calderón Hinojosa. Washington, a su vez, abrió secretos del Pentágono.
En sentido amplio, los instrumentos son muy parecidos y codifican la forma en la que los aparatos de inteligencia de la Marina y el Ejército y el Departamento de Defensa estadounidense pueden compartir información sensible. Establecen, también, mecanismos por los cuales se podrán enviar datos, documentos e incluso equipos reservados de un país a otro, ya sea mediante dobles sobres sellados, vehículos cubiertos y comunicaciones encriptadas.
Lo acordado entre los dos países es de un nivel tal que se plantean condiciones para crear “instalaciones sanitizadas” en las que se pueda analizar o reproducir la información compartida, además de controles de confianza para el personal que pueda tener acceso a los datos.
La información compartida en los niveles de reservada, confidencial, secreta o alto secreto “puede ser oral, visual, electrónica, magnética y en forma de documento o en la forma de equipo o tecnología”. Más aún, se permitió a Washington y la Sedena y Marina hacer “visitas de inspección” mutuas para garantizar que sus secretos estaban siendo bien protegidos.
Asimismo, las personas que tendrán acceso a la información de inteligencia de la Marina y el Pentágono, “tendrán que ser individuos de lealtad incuestionable, integridad y confianza que se conduzcan de forma tal que no dejen duda en su buen juicio en el manejo de la información clasificada”.
cog