Cuando Jaime Puerta abrió la puerta, encontró a su hijo inconsciente, con los ojos medio cerrados y la piel azulada. Lo sacudió y llamó al 911. Una ambulancia lo llevó al hospital Henry Mayo, en el condado de Los Ángeles, pero ya era muy tarde: Daniel ya no tenía función cerebral, y aunque lo pusieron en un ventilador para mantener su respiración y ritmo cardíaco, luego de seis días y noches, los apesadumbrados padres tuvieron que desconectar a su único hijo a las 5:08 horas.
El joven de 17 años había sido diagnosticado con depresión, buscó oxicodona en Snapchat, pero se topó con un engaño mortal: le vendieron una pastilla clonada que contenía fentanilo.
Los cárteles de Sinaloa y Jalisco están reclutando a menores de edad para ofrecer fentanilo a través de Snapchat e Instagram. Los enganchan por medio de otros jóvenes que operan en la zona fronteriza, quienes los instruyen para cerrar las ventas y transportarlas en sus mochilas por la garita de Tijuana.
Una investigación de MILENIO revela que al menos 88 usuarios de redes sociales han fallecido luego de adquirir y consumir el opioide. Demandas civiles en los estados, informes del Departamento de Justicia de Estados Unidos y testimonios de padres de familia muestran que los traficantes engañan a los niños y jóvenes, quienes al buscar analgésicos y antidepresivos caen en la trampa de comprar fentanilo.
La organización civil Social Media Victims Law interpuso una demanda colectiva que alcanza a las redes sociales, las cuales no se han hecho responsables de impedir que se promueva la venta de drogas en sus plataformas. Los integrantes de esta ONG han contactado a medio millar de padres de familia que han perdido a sus hijos tras ser enganchados vía redes sociales.
La denuncia de casi 300 páginas contiene conversaciones de los traficantes con los nuevos consumidores, así como imágenes que muestran la manera en que promocionan las sustancias ilegales.
Jaime Puerta, presidente de la asociación Victims of Illicit Drugs y padre de un menor de edad que falleció luego de adquirir el opioide en Snapchat, ha emprendido una lucha para visibilizar esta problemática. En su página de internet se destaca la frase: “Gone in a snap” (“Se fue en un snap, en un instante”).
“Todos los días lo extraño. Ya nunca lo voy a ver convertirse en un hombre, no lo vi graduarse de la preparatoria, ni entrar en la universidad, ni convertirse en ingeniero”, comenta Puerta.
Enganchar, engañar
Los snap, esas historias que aparecen y desaparecen después de unos segundos en la aplicación Snapchat, se volvieron descarados: en ellos se ve cómo la droga se empaqueta en cuadros del tamaño de una hoja oficio y es envuelta en papel celofán. Apenas son las 10:56 de la mañana y en la pantalla aparece sobre los cuadros de droga un post it color rosa pálido que dice “Niño”. El usuario que publicó la oferta es un dealer que intenta convencer a un nuevo tipo de cliente.
Su nombre es Osvaldo Mendivil, un tijuanense con apenas 20 años de edad. Conoce a la perfección cómo funciona la red social diseñada para niños y jóvenes, esa donde se ponen filtros de perritos sacando la lengua y cuyo logo es un simpático fantasma blanco rodeado de un atractivo fondo amarillo, que parece estarnos diciendo ¡buh!, todo el tiempo.
Luego de meses de haber sido reclutado por un cártel de la droga en Tijuana, el joven recibió nuevas instrucciones: había que contratar a más gente como él, solo que un poco más joven, para que nadie sospechara de lo que en realidad hacen. Así, Osvaldo empezó la búsqueda de menores de edad.
Los elegidos resultaron ser estudiantes de preparatoria, jóvenes que además de conocer a la perfección el funcionamiento de Snapchat debían tener visas fronterizas o Green Card, como le llaman comúnmente a la tarjeta de cruce de los residentes permanentes en esta frontera con Estados Unidos.
Los adolescentes con usuarios como Ponchocar98, Jesus_Gonzale81, Chuy77 y pablito.50, influidos por Osvaldo Mendivil, al salir de la preparatoria iban, sí, a venderles drogas a través de Snapchat a otros muchachos como ellos.
El joven Mendivil, ayudado por otro amigo de la misma edad, Alberto Montes (alberto.montes9 en Snapchat), recibieron nuevas órdenes de un cártel. Había que implementar un método de entrega que consistía en que una vez que estaba colocada la droga a través de la aplicación, había que mandarla de Tijuana a San Diego. El plan parecía impecable porque serían simples muchachos de prepa quienes cruazarían la droga. Al fin y al cabo, ¿quién podría sospechar de un jovencito con su mochila al hombro?
El cártel del Snapchat
—Necesito anotar. Necesito dinero, dinero, dinero —decía a través de un audio de voz un joven de 20 años llamado Alberto.
—Bueno, amigo, es solo cuestión de conseguir el coche, pero ya verifiqué al conductor y sé dónde vive, por dónde cruza, cuántos años tiene —le contestó Osvaldo, refiriéndose a uno de los jovencitos de la preparatoria que iba a reclutar.
Uno de esos muchachos fue Chuy77, como se hacía llamar en Snapchat. Quería trabajar, necesitaba dinero y para comprobarle a Osvaldo Mendivil que podría cruzar la droga que habían colocado por los snaps de la aplicación, le envió su identificación que comprobaba haber nacido en California y poder cruzar la frontera sin que nadie sospechara de él. La fotografía en poder de MILENIO es desesperanzadora, alguien cuya fecha de nacimiento revelaba que apenas tenía 17 años.
Después vendrían más fotos a través de la red social entre Osvaldo y Alberto, los jóvenes que reclutaban adolescentes. Por ejemplo, la imagen de un pasaporte que mostraba la fecha de nacimiento de un chico nacido en 2004, con solo 15 años. “Hay de ellos si se cagan en sus pantalones”, le decía Osvaldo a Alberto sobre el muchachito que tenía la encomienda de llevar droga hasta Los Ángeles en un carro rojo.
Y más visas. Fecha de nacimiento, enero de 2003. Su propietario tenía apenas 16 años, y este a su vez invitó a otros amigos, quienes en sus mochilas de escuela cruzaron las drogas por la garita fronteriza de Tijuana.
Una de las vías que estos jóvenes utilizaron para llevar la droga a Estados Unidos desde México fue la línea Sentri, un carril de cruce rápido que generalmente utilizan los residentes fronterizos luego de una investigación exhaustiva y tras pagar una cuota anual. Por este carril no se hace fila y la revisión es prácticamente rapidísima. Los jóvenes que transitan por ahí suelen ser bien investigados por el gobierno estadunidense. Pero a través de Snapchat estos menores de edad se propusieron para este oscuro trabajo y mandaron fotografías de su tarjeta Sentri.
Los jóvenes eran ideales para ello. Los mensajes de Mendivil por Snapchat revelan algunas de las preguntas obligatorias como: ¿Cruzas con mamá o papá? ¿Vas a la escuela en Estados Unidos? Cuando las respuestas embonaban en el esquema, se les reclutaba. Ello dio un plus a la organización criminal que traficó sobre todo fentanilo, pero también heroína y metanfetamina.
Así operó el cártel de Snapchat.
Una vez más, el fentanilo
La operación Last Mile (Última Milla), anunciada la primera semana de mayo por la Administración para el Control de Drogas, la DEA, reveló que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa se han convertido en falsos usuarios de redes sociales, a fin de colocar y vender fentanilo y otras drogas duras a través de ese canal. Sin embargo, el comunicado de prensa fue escueto y no se dieron mayores detalles.
Debido a ello, MILENIO realizó una investigación para explicar cómo operan y quienes han sido sus principales víctimas. La información fue obtenida a través de testimonios de padres de familia, traficantes, informes federales, procesos civiles e información de organizaciones que litigan a favor de las víctimas, luego de conocerse que las muertes de niños y jóvenes, quienes creían estar comprando analgésicos y antidepresivos, se debían a que en realidad les estaban vendieron fentanilo, una droga que en comparación con otras se produce con muy bajo costo.
A través de información que proporcionó a este diario la organización Social Media Victims Law, única en su clase que litiga una gran cantidad de casos por muertes de drogas por redes sociales; además de datos obtenidos a través del Departamento de Justicia de Estados Unidos, se pudo saber que de 2020 a la fecha han muerto al menos 88 usuarios de redes sociales que tenían entre 13 y 22 años, mismos que compraron drogas a los cárteles a través de plataformas como Snapchat e Instagram.
La tragedia es que, en la mayoría de los casos, los niños y jóvenes no querían ingerir fentanilo, sino alguna droga que estaba de moda en las redes sociales –por ejemplo, benzodiazepinas como Xanax–, y que les causaba curiosidad. Pero los traficantes les vendieron pastillas falsas, con otros compuestos.
Para llevar a cabo la venta y propaganda en redes sociales, los traficantes utilizan a menores de edad como mensajeros para operar la venta de fentanilo y pastillas falsas, quienes a su vez contactan a otros jovencitos a través de redes como Snapchat.
Uno de estos casos es el de Osvaldo Mendivil, el joven reclutador de Tijuana.
Casos no registrados
Y estos son los casos documentados formalmente, aunque según padres de familia que perdieron a sus hijos aseguran que han tenido contacto con otros 500, quienes también sufrieron la pérdida de sus chicos debido al consumo de drogas adquiridas por redes sociales.
Amy y Aaron Neville padecieron la muerte de su hijo Alexander, de solo 14 años, en julio de 2020. Era un jovencito pelirrojo de ojos chinitos y sonrisa infantil que dejaba ver sus frenillos de colores, fanático de los videojuegos Civil War, y que quería ser historiador cuando fuera grande. Sus padres creen que su depresión coincidió con el uso de Snapchat.
Recuerdan que en la aplicación comenzaron las recomendaciones y los anuncios de drogas que Alexander veía. Un día le confesó a su madre que alguien en Snapchat le había vendido una pastilla de oxicodona. Le comentó que tenía curiosidad, pero que también estaba asustado porque quería más y necesitaba ayuda. Amy llamó a un centro de orientación.
Poco tiempo después, la señora fue a la habitación de su hijo para despertarlo, tenían que ir a una cita con el ortodoncista. Cuando abrió la puerta del dormitorio encontró el cuerpo de Alexander tendido en el suelo de su cuarto, sin vida, en San Diego, California.
La misma ciudad en la que unos meses antes Mendivil y otros jóvenes de la edad de Alexander vendieron la droga por Snapchat.
Alexander murió de envenenamiento por fentanilo. Hoy se sabe que la pastilla que le vendieron era 100 por ciento fentanilo, y que la obtuvo a través del traficante con el usuario Aj Smokxy. Lo peor, según dicen los padres y las organizaciones, es que al parecer a las aplicaciones de redes sociales no les importa: Snapchat siguió permitiendo que Aj Smokxy vendiera drogas aún tras la muerte de Alexander.
“No deshabilitaron ni bloquearon al distribuidor de Snapchat que vendió oxicodona falsificada a Alexander, a pesar de saber que Aj Smokxy estaba vendiendo píldoras de fentanilo mortales”, dice el Social Media Victims Law.
A través de un documento de casi 300 páginas que han presentado como parte de una denuncia colectiva en la Corte de Los Ángeles, y que proporcionaron a MILENIO, pueden verse las imágenes de las conversaciones de los traficantes con los jovencitos, los emojis que usan, los códigos de joven a joven. Solo que detrás de estos muchachos hay traficantes mayores y cárteles de la droga dictando las instrucciones.
Tras la muerte de Alexander, AJ Smokxy siguió utilizando Snapchat para suministrar pastillas falsificadas a otro distribuidor de drogas, Arnoldo_8286. Este encontró y contactó a otra víctima, Daniel Elijah Figueroa, a quien le vendió una pastilla falsificada. El chico murió tres meses después que Alexander, en septiembre de 2020.
A pesar de todo esto, Snapchat se negó a cooperar para detener este saldo trágico.
Padres en acción
Jaime Puerta es un hombre sonriente y de voz afable, se disculpa constantemente porque va de reunión en reunión. “Una disculpa por favor, de verdad”, dice con su acento colombiano. Y es que desde la muerte de su hijo Daniel Puerta, se convirtió en una voz constante y en un activista en contra de la distribución y venta de drogas a través de las redes sociales.
Es presidente de la organización Victims of Illicit Drugs y en sus páginas tiene al fantasmita que parece simpático, el logo de Snapchat acompañado de la frase Gone in a snap, que se traduciría como “se fue en un snap, en un instante”. Ahí aparecen las fotos de 27 jovencitos que fallecieron víctimas de la venta de drogas falsas. Los rostros sonrientes muestran aún sus pieles brillantes, tersas.
Pero la voz de Jaime cambia, se vuelve más dura, pragmática. Tal vez es su manera de repetir la historia que revive constantemente para concientizar y salvar la vida de otros jóvenes, pero que sigue doliendo todos los días. Entonces habla rápido:
“El 6 de abril del 2020 él había sido diagnosticado con depresión, le dio una crisis mental y se contactó con un microtraficante por Snapchat. Le vendió una oxicodona de 30 miligramos, pero fue una pastilla clonada. Estaba hecha de un aglutinante y fentanilo. Y lo mató”.
Puerta recuerda que “yo no sabía nada sobre el fentanilo en esa época, por ahí a las dos semanas de la muerte de mi hijo vinieron los alguaciles del condado a decirme que lo que había matado a mi hijo era fentanilo y la razón por la que supieron es que yo había encontrado la mitad de una pastilla sobre el tocador. Yo me la llevé pensando que si los doctores sabían qué era, podían revertir la condición de mi hijo, pero eso era una esperanza falsa”.
Dani, como le decían de cariño, de 17 años, un joven de melena a la quijada y ojos almendrados, murió unos días antes de su cumpleaños. La mañana del martes 31 de marzo de 2020 no salía de su habitación a su hora habitual, por lo que Jaime fue a despertarlo. Lo halló tendido en el suelo, lo llevaron al hospital y al paso de los días tuvieron que desconectarlo.
“Todos los días lo extraño. Ya nunca lo voy a ver convertirse en un hombre, no lo vi graduarse de la preparatoria, ni entrar en la universidad, ni convertirse en ingeniero. Mi hijo era una persona sumamente inteligente, un genio para las matemáticas, quería ser ingeniero en sistemas, era sumamente bondadoso, sentimental, veía a los perritos en adopción y se le veían las lágrimas en los ojos. Era mi mejor amigo”, dice Puerta.
Pero Jaime también está enojado. Reconoce que Estados Unidos es un país con consumo de drogas, sobre todo de las que fueron creadas y recetadas por las farmacéuticas, y admite que el fentanilo también entra y se produce en ese país, pero también recuerda que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que “no estamos cuidando y dando suficiente amor a nuestros hijos”.
Le ofende porque sabe que las organizaciones delictivas en China le venden insumos a los cárteles mexicanos. Y hasta les enseñaron a hacer moldes de pastillas de farmacéuticas falsas con fentanilo. Ahora, además, incluso les lavan dinero.
También sabe que hoy el único camino para evitar que los niños caigan en esta adicción es la educación.
Snapchat no es la única red social donde se da este comercio ilícito y criminal. En Instagram también hay gente metida en el tráfico. Tal es el caso ocurrido en Carrollton, Texas. Ahí un traficante utilizó esta plataforma para vender pastillas falsas que realmente eran fentanilo a jovencitos de 14 años. Los tres fallecieron este año.
Jaime Puerta es uno de los demandantes de los procesos civiles y revela que hasta el momento hay 65 familias en el proceso judicial, pero hay otras 20 que están por sumarse. Es decir, al menos 85 muertes, a los que se suman los tres casos de jovencitos que murieron luego de comprar en Instagram. El proceso apenas ha iniciado y la batalla contra las aplicaciones marcará un antes y un después en el tráfico de drogas.
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