Más de la mitad de adultos mayores de México no recibieron una llamada durante pandemia

El covid-19 dejó una estela de estrés, miedo, ansiedad, sensación de soledad y depresión. El 43.7 por ciento confesó sentirse triste a veces y el 10.6 por ciento admitió sentirse triste siempre.

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Ciudad de México /

Un año después del inicio de la pandemia, la salud mental de los padres de Fabiola se había deteriorado como si en vez de meses hubieran pasado años. Al principio se enojaban porque no los dejaba salir, pero luego comenzaron a aislarse por completo. Temían contagiar y contagiarse, dejaron de ir a sus citas médicas. Incluso ahora no han logrado retomar sus antiguas rutinas.

“Mi mamá ya padecía un trastorno mental, pero estaba controlado y con la pandemia se agudizó y mi padre que era completamente autosuficiente se nos vino abajo. Al principio no les importaba el covid pero luego empezaron a ver que mucha gente de su edad, amigos y conocidos, estaban muriendo y desarrollaron pánico a enfermarse”, comenta la mujer, quien es la principal cuidadora de sus padres, ambos de 76 años.


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Estrés, miedo, ansiedad, sensación de soledad y depresión son algunos de los principales síntomas de salud mental que los adultos mayores experimentaron desde el inicio de la pandemia y que se han agudizado con el paso del tiempo.


La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre covid-19 señala que 51 por ciento de los adultos mayores reportaron no haber recibido una llamada durante la pandemia. El 56.9 por ciento indicó que no realizó ninguna llamada a un familiar. El 50.7 por ciento dijo que a veces o nunca tiene con quien hablar de sus problemas cotidianos. El 43.7 por ciento confesó sentirse triste en algunas ocasiones y 10.6 por ciento admitió sentirse triste siempre.

A pesar de que las medidas de seguridad impuestas por los gobiernos afectan en gran medida a los adultos mayores, propensos desde siempre a ser afectados por el aislamiento y la soledad, los estudios y las medidas de mitigación se enfocaron en grupos como adolescentes y adultos.

De acuerdo con información de la encuesta antes citada, durante el primer año de la pandemia las estimaciones de soledad entre los adultos mayores indicaron que 36.6 por ciento de ellos se siente solo en ocasiones, siendo las mujeres mayores de 65 años las más afectadas, pues 60 por ciento de ellas afirmaron haberse sentido solas durante el confinamiento.


Las medidas de seguridad establecidas en la pandemia afectaron principalmente a este sector en cuanto a la sensación de soledad, debido a su reducido uso y conocimiento de las tecnologías digitales, que muchos usaron para mitigar los efectos del aislamiento por la pandemia.

“Existe el riesgo de excluir a los adultos mayores que, aunque son los más vulnerables a la soledad, tienen recursos limitados y menos probabilidades de usar la tecnología”, señala un estudio sobre el tema.

Las personas de entre 80 y 98 años es el grupo de edad que menos usa las redes sociales para mantener contacto con sus familiares.


Otro informe para medir el impacto emocional que el covid tuvo en adultos mayores fue realizado por el Centro de Investigación en Psicología de la Universidad Anáhuac, el cual señala que síntomas como ansiedad, estrés y depresión tuvieron un incremento en este grupo poblacional, especialmente en aquellos que ya presentaban sintomatología previa.

Los resultados del estudio señalaron que en tres mediciones realizadas a un grupo de adultos mayores (al inicio, a la mitad y en la actualidad de la pandemia) la sintomatología incrementó en cada momento de medición.

Con respecto a dicho estudio, el doctor Alejandro González González, investigador responsable del mismo, explica que, contrario a lo que podría pensarse, una de las principales preocupaciones de los adultos mayores no era fallecer sino perder su estabilidad económica y ver fallecer a otro familiar.

“En las entrevistas notamos que a los adultos les preocupaba más que un familiar se contagiara a que ellos mismos se contagiaran debido a que en muchos de ellos había una percepción de que ya habían vivido su vida de alguna manera. También notamos que existía una gran preocupación en torno a su situación económica ya que muchos adultos mayores en México no cuentan con una pensión y sus ingresos se vieron afectados”, comenta el especialista.


Al cuestionarlo sobre cuáles son los signos de alerta, González comenta:

“Uno de los mayores indicadores de que algo no anda bien con nuestro adulto mayor es el autoaislamiento, lo más visible que puedes encontrar cuando hay un tema de ansiedad o estrés es que el adulto mayor comienza a modificar su relación con los demás, es decir, dejar de buscar la interacción y el contacto con los otros, es importante siempre estar al pendiente de estas señales”, asegura.


Un cambio en el discurso


Para Fabiola, mitigar los efectos de la pandemia en sus padres ha sido un reto desde el inicio y su principal objetivo.

“Pasaron de enojarse porque no los dejaba salir a aislarse por completo y no querían que nadie viniera a verlos por riesgo al contagio, además de no querer ir a sus citas médicas. Incluso ahora que la situación ha mejorado no quieren volver a las rutinas que tenían antes”.

Sin embargo, Fabiola continúa en la búsqueda y parece ir encontrando formas de aminorar los efectos. “A mi papá le compré un celular y sí he logrado que se entretenga, aunque hay que tener mucho cuidado porque se cree todo lo que lee en internet, a mi mamá le compré cosas para bordar y creo que ha sido lo que la ha salvado, ya bordó una cobija entera y varias prendas”.


Para Alejandro, identificar los recursos y posibilidades de los adultos mayores es una de las mejores maneras de ayudarlos a afrontar no sólo los retos de la pandemia sino el concepto que tienen la sociedad sobre ellos y que ellos mismos se creen.

“Lo mejor para ellos es el apoyo de la familia, la interacción, el apoyo emocional, y el acompañamiento que les brinden. Algo que debemos hacer es modificar el discurso que tenemos en torno a los adultos mayores. Históricamente se les ha visto como una carga, los vemos como personas que ya no pueden contribuir a la sociedad y al sistema económico, pero eso no es verdad pues ellos cuentan con sus propios recursos y capacidades”, asegura.




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