Los vehículos de la Patrulla Fronteriza los arrollaron mientras intentaban esconderse entre la maleza. En algunos casos, mientras corrían, recibieron disparos en la espalda. Otras veces, llegaron a los centros de detención en un estado de salud tan precario que se encontraron con una muerte súbita.
En algunas instancias, los agentes migratorios ni siquiera intentaron justificar estos fallecimientos; simplemente afirmaron que las personas migrantes asumen riesgos mortales al intentar cruzar sin documentos.
En los últimos cuatro años, 32 personas han muerto mientras estaban en custodia de la Patrulla Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). Es decir, ya habían sido arrestadas o trasladadas a las instalaciones donde se suponía que debían estar seguras. Sin embargo, una revisión de MILENIO en las bases de datos y los reportes del área de responsabilidades de la dependencia, revelaron que esto no sucedió y que entre las víctimas fatales incluso se encuentran niños y niñas, así como mujeres embarazadas.
La investigación desveló que la entidad particularmente letal para los migrantes, una vez más, fue Texas. Desde ahí se reporta la mayoría de las muertes que acaecen en centros de detención de la policía, la cual se encarga de frenar –a como dé lugar– el paso a las personas migrantes que intentan cruzar a Estados Unidos.
Hay historias que rompen el corazón, como la de Anadith Danay Reyes Álvarez, de apenas ocho años. Ella se encontraba en el centro de detención de Harlingen, Texas, y la primera información que difundió la CBP fue que en mayo de este año la pequeña había tenido “una emergencia médica”.
Ahora se sabe qué sucedió a pesar de las súplicas de su madre, quien detectó que un día antes del deceso la niña tenía fiebre de más de 40 grados: simplemente, el personal del centro de detención en Texas la ignoró.
En CBP se justificaron alegando que el sistema de grabación de circuito cerrado de televisión en la estación Harlingen no funcionó durante el tiempo que la familia estuvo bajo custodia, lo que impidió además conocer mayores detalles de cómo ocurrieron las cosas. Incluso aseguraron que personal de la Patrulla les aseguró que la niña tuvo nueve encuentros con los médicos del centro, aunque más tarde también reconocieron que la menor tenía fiebre, dolor y síntomas similares a los de la gripe.
Como suele ocurrir, el personal sólo le administró Tamiflu, un simple medicamento contra el catarro. Para la mañana del 16 de mayo, Anadith ya estaba hirviendo en fiebre pero apenas le administraron bolsitas de hielo y la metieron a bañar con agua fría. Su madre, desesperada, seguía pidiendo ayuda pero el personal médico menospreció la emergencia. “No fue transferida a un hospital”, acabaron por reconocer.
Todavía al día siguiente hubo otra oportunidad de atender adecuadamente a la menor, pero en lugar de ser auscultada por un médico, una enfermera fue la encargada de revisarla. Ella misma reconoció que rechazó cuatro peticiones de la madre, quien le rogó que llamara una ambulancia. A la 13:55 de la tarde del 17 de mayo la señora regresó al área de la enfermera con su niña en brazos.
La pequeña sufría de un ataque y hasta ese momento el personal médico inició la reanimación con un desfibrilador y hasta entonces, ahora sí, cuando no reaccionó, quisieron llevarla a un centro médico.
El personal del centro declaró fallecida a la pequeña. El órgano de investigación registra que ninguno de los trabajadores se interesó por saber sobre los antecedentes de la niña.
Adalith no fue la única menor que murió en los centros de la Patrulla Fronteriza: el 21 de noviembre murió otro niño de cuatro años. Según las autoridades, la tragedia ocurrió cuando la policía detuvo a un grupo de inmigrantes que cruzó por La Joya, en Texas. Entre ellos iba una joven madre con dos pequeños, pero uno de ellos estaba visiblemente enfermo.
En el registro se describe que personal capacitado revisó al menor pero no tenía fiebre, así que le pusieron una máscara de oxígeno para estabilizarlo. Pero justo en ese momento empezó el calvario de la madre, quien dio la voz de alarma. Agentes de la Policía Fronteriza llamaron al 911 y lo trasladaron al hospital Regional en McAllen, pasadas las 03:00 de la tarde. Tuvieron que pasar cinco horas más y como no había camas, lo trasladaron a otro hospital. La neumonía del niño se incrementó con el paso de otras tantas horas, empeoró y terminó matando al pequeño a las 3:00 de la madrugada.
Ese mismo mes del 2021, también en Texas, un bebé de 17 días de nacido murió cuando su madre fue detenida por la CPB. El pequeño estaba envuelto en una manta, portaba su mameluco y parecía que no respiraba. La Patrulla hoy reconoce que no había paramédicos, pasaron minutos que se convirtieron en dos horas, hasta que decidieron enviarlo a un centro médico. En el camino se toparon con los bomberos, quienes intentaron reanimar al bebé, pero al ver inútiles sus esfuerzos continuaron con el trasladado a un hospital cercano. No sirvió de mucho: murió 19 minutos después.
Mano dura en Texas contra migrantes
Del total de los casos registrados, la gran mayoría, es decir al menos 24 muertes ocurrieron en el estado de Texas, ya fuera en Centros de Procesamiento, estaciones de la Patrulla Fronteriza o en trabajo de campo. Es decir, mientras los migrantes se encontraban en detención y, teóricamente, bajo supervisión policial pero también médica.
En la revisión que hizo este diario se halló que en 27 casos los decesos corresponden a hombres y tan solo cinco mujeres perdieron la vida en este trance.
También se encontró que en 22 casos la Patrulla Fronteriza reportó la muerte por alguna complicación médica, y casi siempre justifican que los migrantes fallecieron de forma rápida, algo que podría ser muy debatible. Casi nunca, dicen los agentes, quienes fallecieron sabían que padecían una enfermedad severa. La Patrulla, obviamente, se deslinda de las muertes relacionadas con complicaciones de salud.
Eso sí, el órgano fronterizo reconoce el asesinato de al menos nueve migrantes por uso de la fuerza, pero en todos los casos se asegura que fue en cumplimiento de su trabajo, sea porque las personas migrantes se pusieron agresivas o porque intentaron escapar una vez que fueron capturadas.
Pero inclusive en lo que toca al uso de la fuerza, hay narraciones de los agentes de la Patrulla Fronteriza en las cuales prácticamente se asegura que los migrantes murieron de repente, sin apenas darse cuenta.
Ejemplo de lo anterior es un caso en el Condado de Kenedy, en Texas, acaecido el 29 de abril de 2021. Según la versión referida por los agentes, divisaron unas huellas frescas de migrantes, y a pesar de eso decidieron pasar con su vehículo por encima de las ramas. Más tarde descubrieron que entre el pastizal y la vegetación se habían escondido dos migrantes.
“Fueron atropellados por un vehículo de la Patrulla Fronteriza mientras estaban enterrados uno al lado del otro en el pasto”, se describe. Uno de los migrantes murió y el otro fue trasladado a un hospital de Texas. Los agentes que asesinaron e hirieron a estos migrantes, sea por imprudencia o con total conocimiento de causa, salieron evidentemente bien librados.
“La investigación inicial indica que los BPA no sabían que había alguien enterrado en la hierba ni que alguien había sido atropellado por un vehículo, hasta que fueron informados por un migrante”, describe el informe oficial.
También hay explicaciones sin muchos detalles pero que refieren muertes presuntamente repentinas, ocurridas en un pestañeo. Como el del 27 de noviembre del 2021, cuando se reportó la muerte de un hombre que intentó cruzar por la garita de San Ysidro, en California.
“Fue colocado en una celda después de intentar caminar hacia un área restringida, [pero] no siguió las instrucciones y exhibió un comportamiento anormal. Unos minutos más tarde, los agentes de CBP notaron que el hombre no respondía”. Según ellos, murió súbitamente.
Créase o no la veracidad de las versiones de los agentes de la Patrulla Fronteriza, lo cierto es que los migrantes que intentan cruzar diariamente hacia Estados Unidos no están seguros ni siquiera cuando ya fueron detenidos o trasladados a centros de detención en ese país.
El riesgo de morir siempre está latente, ya sea del lado mexicano o del por momentos despiadado suelo texano.
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