Sin zapatos y con los calcetines agujereados. Así cayó el criminal más buscado de Guanajuato. Cuando se vio rodeado por agentes de la fiscalía estatal, sintió frío en los pies y en lugar de su usual tono altanero pidió en voz baja que se le permitiera calzarse unas botas antes de salir de casa. El pedido causó risa entre los agentes: José Antonio Yépez, alias El Marro solía exigir a sus subalternos que durmieran con calzado por si tenían que tomar las calles de madrugada para rescatarlo y ahora incumplía su propia regla. Ni siquiera él podía salvarse.
Eran las 4 de la mañana del 2 de agosto de 2020. Tras 17 meses de cacería y cinco intentos fallidos, el Operativo Golpe de Timón había triunfado: el fundador del Cártel Santa Rosa de Lima, acusado de incendiar Guanajuato en su intento por adueñarse de los ductos de Pemex fue detenido en su casa en el municipio de Juventino Rosas.
Había prisa por llegar a él porque en los últimos días se había dejado ver como un animal herido e impredecible en un video que publicó en redes sociales: prometía venganza a lo largo y ancho del estado por la detención de su madre y su hermana.
Su arresto, en plena pandemia, fue considerado el primer golpe del presidente Andrés Manuel López Obrador contra un capo del crimen organizado. Así lo corearon diarios como The New York Times y El Mundo. Diez meses antes, el gobierno federal había fracasado en su intento por aprehender a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán. Urgía un trofeo y la cabeza del Marro solventaba la presión: el ex soldado de Los Zetas que creó su propia organización y elevó los homicidios en la entidad cayó descalzo y sin resistencia. De inmediato, José Antonio Yépez se convirtió en el arrestado 970 del megaoperativo también conocido como Timonazo.
“Se sabía que vivía lejos de sus casas con albercas y palapas forradas de madera, que había vivido en cerros y se movía de manera constante. Su detención ocurrió mientras tenía a una persona secuestrada, por lo que fue sentenciado a 60 años de prisión (...) Ha sido la detención más importante en el actual sexenio, no sólo de Guanajuato, sino de la administración federal”, recuerda Sophia Huett, secretaria ejecutiva del Sistema Estatal de Seguridad Pública del estado.
Por la mañana, el gobernador de Guanajuato Diego Sinhue presumió la cacería como el primer paso para recuperar la paz del estado. Incluso, anunció que a partir del día siguiente la entidad tendría un nuevo operativo permanente: “Guanajuato seguro”. En el nombre iba la esperanza de volver a una época de paz.
Se equivocó.
Extorsiones se disparan en Guanajuato
A veces, los funcionarios reducen las políticas de seguridad pública a una ecuación: un capo menos en la calle es igual a más seguridad. Sin embargo, esas sumas y restas suelen dar resultados erróneos. La caída del Marro lo demuestra: han pasado tres años desde que el fundador del Cártel Santa Rosa de Lima duerme en la prisión de máxima seguridad El Altiplano y la violencia permanece en Guanajuato.
Entre enero y junio de este año, la entidad gobernada por Diego Sinhue es número uno en homicidios dolosos a nivel nacional. Van mil 389 asesinatos, es decir, uno cada tres horas, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública. Sólo se le acerca el Estado de México, con mil 159 asesinatos en el mismo periodo, pero con una importante diferencia: en Guanajuato viven seis millones de habitantes y en territorio mexiquense, 17 millones.
El Cártel Santa Rosa de Lima se consolidó en 2015 y los registros históricos permiten medir cómo su presencia sigue dañando a Guanajuato: aquel año, la entidad registró 95 mil 782 delitos y este 2023, la tendencia indica que el año acabará con más de 146 mil crímenes. Hace ocho años la fiscalía abrió sólo ocho carpetas por extorsión y en lo que va de 2023 ya se acumulan 386. En 2015, Guanajuato tenía 3 mil 60 investigaciones por narcomenudeo y sólo en este primer semestre la cifra ya brincó a 9 mil 492.
Este año crecieron 58 por ciento las denuncias de extorsiones. De 2011 a 2021, los feminicidios se incrementaron al 732 por ciento. Van seis madres buscadoras asesinadas desde el 2020, convirtiendo a Guanajuato en la entidad más letal para rastrear desaparecidos. También aumentaron los policías acribillados: sólo este año van 51, la mayoría atacados cuando están descansando y sin su arma de cargo, según el Proyecto Azul Cobalto, especializado en información de mortalidad policial. Y hay días —como el 5 de julio pasado— en que en Guanajuato ocurre casi el 25 por ciento de los homicidios diarios. El Marro se fue, pero el cártel no.
Lo que sí ha cambiado positivamente desde ese 2 de agosto es que los homicidios dolosos van a la baja, calcula Sophia Huett: en 2020, con El Marro libre, Guanajuato contabilizó 3 mil 359 asesinatos. Para el 2021 —ya con el capo preso— bajó a 2 mil 823. Y en 2022, cayó a 2 mil 634.
“No hay bloqueos de carreteras, no hay quema de vehículos, el secuestro no es un delito de alta incidencia y bajó el robo de vehículo”, dice la funcionaria.
El verano del “Timonazo” parecía cargar con razones para ser optimistas. El encarcelamiento del Marro había herido gravemente al Cártel Santa Rosa de Lima. Desde el gobierno y la sociedad se idearon planes para recuperar espacios deportivos y hasta mejoramiento de vivienda. Incluso, se planteó cómo reconciliar a la comunidad de Santa Rosa de Lima con los vecinos de Celaya, quienes los acusaban de ser responsables de la violencia.
Sin embargo, cuando la oportunidad era inmejorable, las autoridades fallaron al dejar vivas las finanzas de la organización criminal. La estocada final no dio en el blanco y el círculo familiar de José Antonio Yépeztomó la estructura criminal en sus manos haciendo lo que pocos esperaban: el cártel se fortaleció.
Hermanos de 'El Marro' toman el control del Cártel Santa Rosa de Lima
Para El Marro, la sangre lo es todo. Tanto, que enseñó a su círculo familiar cómo operar el Cártel Santa Rosa de Lima en caso de que fuera asesinado o capturado. Así que ese ‘plan B’ arrancó justo al día siguiente de su caída, el 3 de agosto de 2022: su hermano Rodolfo, El Rudy tomó su lugar con el objetivo de continuar el incendio de Guanajuato.
El Rudy, como El Marro, tampoco concluyó la educación básica. Abandonó la escuela para convertirse en un joven trailero y luego en operador criminal.
En el municipio de Juventino Rosas recuerdan que a Rodolfo le cuesta trabajo leer y escribir, por lo que siempre emitía órdenes a través de notas de voz por WhatsApp. A pesar de esas limitaciones, Rodolfo Yépez logró construir una alianza silenciosa con el Cártel del Golfo y con mercenarios colombianos que llegaron a Guanajuato a reforzar su batalla contra el gobierno estatal y federal y su enemigo a muerte, el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Aquella coalición criminal quedó evidenciada el 20 de noviembre del año pasado, cuando entre 12 y 15 sicarios atacaron la comandancia municipal de Celaya en la comunidad San Juan de la Vega. Su estilo para atacar, desde la primera granada arrojada, dejó claro a los policías que se enfrentaban contra pistoleros con un entrenamiento especializado.
Tras el ataque, un grupo de policías siguió a los sicarios y un rastro de sangre los llevó a un domicilio en la comunidad San Isidro de la Concepción. Al irrumpir en el escondite, los policías fueron recibidos al grito de “¡Puro Marro!”. La balacera dejó seis sicarios muertos y una amarga sorpresa para elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, quienes posteriormente investigaron las identidades de los fallecidos.
Jarinton Jesús López Sarmiento, civil abatido en el enfrentamiento, guardaba un pasaporte colombiano. La fiscalía de Guanajuato luego supo que fue miembro de las Fuerzas Especiales del Ejército de Colombia e integrante de un grupo de mercenarios entrenados en Emiratos Árabes Unidos. Un perfil similar tenía otro fallecido: el colombiano Geovanny Ferrer Estrada, que tenía antecedentes como soldado de élite capacitado en Medio Oriente.
Un tercer abatido llamó la atención: José Guadalupe Villanueva Lumbreras, quien está vinculado a una célula del brazo armado Los Escorpiones, del Cártel del Golfo. El abogado Gabriel Regino, quien defiende a los policías municipales que enfrentan cargos de homicidio por disparar en defensa propia contra los sicarios, lo explica así: hay fuerzas especiales colombianas trabajando en conjunto con células del Cártel del Golfo en apoyo al Cártel de Santa Rosa de Lima.
“Falta consolidar logros. De inicio ha sido un acierto construir la seguridad pública desde lo local, con policías municipales fuertes, con más de mil millones de pesos totalmente estatales, para brindarles capacitación y equipamiento”, reflexiona Huett. “Lo que falta es que el cambio de trienio y de sexenio no eche por la borda lo que se ha logrado”.
Fue en ese mismo noviembre de 2022 que El Rudy fue detenido. En un retén de la autopista Centinela-Rumorosa, en Baja California, tres soldados le marcaron el alto a su vehículo. El capo no traía armas ni drogas, pero sí 60 mil dólares en efectivo que no pudo justificar. Cuando los militares confirmaron su identidad, lo esposaron y condenaron a un destino similar al de su hermano mayor.
Sin embargo, hoy el Cártel Santa Rosa de Lima sigue vivo a pesar de más de mil detenciones desde su surgimiento. Su lucha por la ordeña ilegal de combustible se ha extendido a otros delitos, desde la extorsión y sicariato hasta la venta de “cristal” y el control de hoteles de paso donde operan las bandas de explotación sexual.
A tres años desde que cayó El Marro, la estructura criminal sólo cambió de cabecilla: según documentos militares desclasificados por los hackers Guacamaya Leaks, en lo alto del organigrama ahora se encuentra la hermana de José Antonio Yépez, Karem Lizbeth.
La única mujer que actualmente maneja un cártel, lo hace en Guanajuato. Y ella no va descalza, sino en tacones.
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