En el marco del Día de Muertos, la Comisaría de la Policía de Guadalajara se unió a la tradición mexicana y llevó a cabo el 1 de noviembre un sentido homenaje para recordar a los 107 oficiales que desde la creación del grupo entregaron su vida para proteger a la ciudadanía y que murieron en su labor.
“Es un homenaje que hacemos a todas y todos nuestros compañeros caídos en servicio, siempre los recordamos con mucho cariño, con mucho aprecio, pero sobre todo, con mucho honor, ya que dieron su vida al servicio de los demás”, manifestó Juan Pablo Hernández, comisario general de Guadalajara.
El memorial se llevó a cabo en las instalaciones de la Comisaría, la cual se iluminó con una barda resplandeciente en antorchas, así como un tradicional camino de aserrín, calaveras de azúcar, panes de muerto, flores de cempasúchil y un altar original mexicano de siete niveles alrededor de un monumento donde permanecen fijas las placas con los nombres de las mujeres y hombres que protegieron a los tapatíos hasta el último de sus días.
Entre los reconocimientos se encontraba el nombre del oficial Arturo Iracheta Rocha, quien trabajó como policía durante 22 años hasta el 26 de agosto del 2006, cuando en el rescate a un ciudadano que estaba siendo arrastrado por la corriente de un río cercano a la barranca de Oblatos, pudo sacar al sujeto, pero el uniformado no logró sobrevivir, y su cuerpo se perdió en el agua, según su madre.
La madre de Arturo, Irma Rocha Nava, dijo que se sentía orgullosa de su hijo, y quien además requirió ayuda de un psiquiatra durante 10 años para poder superar el fallecimiento, pero que no lo olvidará hasta reencontrarse con él en el más allá. Mientras tanto, su nieto, el hijo de Arturo, es policía.
“Él daba todo por su trabajo, él siempre fue de los más puntuales, siempre bien presentado porque a él le gustaba mucho la disciplina y mi hijo como hijo era un ejemplo porque él siempre estaba para sus hermanos, para su papá, siempre estuvo él así muy atento, muy cariñoso, muy juguetón, porque me llegaba y se me sentaba en las piernas y él me decía como cuando estaba chiquito”, explicó Irma.
Juan Pablo Hernández y sus compañeros recordaron a los seres queridos de los oficiales fallecidos que no se quedaron solos, que ellos también son parte de su familia y que todas las personas que portan una estrella en el pecho y que se dicen “sangre azul” son una hermandad, en esta y en otra vida.
AA